
Miras hacia la única ventana de tu casa. El cielo de un azul amarillento en su atardecer, te recibe y de alguna manera, te reconforta. Emites un suspiro fugaz, Julia, y te desparramas en el sillón café, ese que te regaló la abuela Esther el día que te mudaste a la ciudad. El tic-tac del reloj irrumpe en la habitación quebrando el silencio que es, en realidad, tu único compañero.
Lees en el más reciente libro de Aura García-Junco: Me reconozco en esa sensibilidad, esa manera de hacer de las letras la única manera posible de acercarse al mundo. Y tú también te reconoces, desde siempre. Tomas la taza y el calor destierra la gelidez de tus manos. Una marea de pensamientos inunda tu cabeza y se te dificulta respirar. Haces a un lado el café, tomas tu lapicero de estrellitas y escribes.
La escritura ha sido para ti un lugar de revelación y autoconocimiento. Un lugar para la imaginación, o como dicen los zapatistas, para la existencia de otros mundos posibles. El sitio predilecto donde todos los sueños tienen cabida. Como ya es costumbre, las hojas semi amarillentas de tu diario de pastas negras te reciben, cálidas como un abrazo. A veces crees que son tu mejor compañía y tu más preciado tesoro. Así lo has pensado desde que tenías seis u ocho años, cuando escribías en tu libretita rosa con tus plumas de tinta con brillos.
Mónica Ojeda dice que la escritura es un ejercicio similar a verse al espejo, identificar las cosas que en ti cambian y aceptar todas aquellas cosas que son entre comillas imperfectas.
Eso que llaman identidad es lo que buscas a través de la escritura, por años, en cada uno de tus escritos. Desde la transcripción casi diaria de tus experiencias, hasta la creación de breves e inconcretos cuentos. Así, sin círculos dramáticos, ni teoría literaria que los respalden. Las páginas de cada uno de tus diarios, llenos y llanos de ti. Piensas que se trata de la exploración constante de tu ser, de la búsqueda de algo que sólo puedes decir tú.
Hace años Fernanda, tu amiga de la universidad, te preguntó «¿cuál es tu cosa favorita en la vida, Julia?», y tú dijiste que las palabras. Las palabras son el medio a través del cual te relacionas con la realidad. Tus diarios, de todas las formas, tamaños y colores son testigos de ello. Te miran desde el fondo de la habitación y tú los observas de vuelta, meticulosa y reflexivamente, apilados uno encima del otro, son la prueba fiel de tu existencia y de tu identidad.
Logras respirar, Julia. Y sigues escribiendo.