
Quisiera arrancar, así,
de raíz
esta soledad que me consume
poco a poco
en
cada
paso.
Arrancar el hastío,
el dolor corporal,
las ramas secas
de mi cabeza
donde cuelgan los pensamientos
que
se suicidan.
Quisiera cortar mis brazos
y que salieran bailando
los movimientos finos
que nunca tuve.
Hacer pedazos mi espalda
y dejar de cargar
el pesar ajeno.
El dolor del mundo.
Desprenderme de mis piernas
porque corren lento,
o no corren.
No saben caminar a lugares buenos.
Arrancar de mi pecho
las ilusiones que sin querer
se quedaron sin aire.
A las que nunca
les dio el sol.
Liberar a las orugas
que guardé ahí,
esperando que volaran
solas.
Desprender mis dedos
uno a uno.
Sembrarlos,
para crecer en otro cuerpo,
en otra forma.
Para soñar menos.
Y renacer ahí,
en el barro seco
de mis ojos.