
Hoy nació mi hijo,
nació Alexander,
los largos brazos
de su padre
como ramas,
mecen su cuerpecito.
Es un varoncito
que traerá cosas buenas
a este pueblo,
yo lo sé,
es una criatura andariega,
un niño balompié.
Se ha hecho joven,
hunde la cara entre sus piernas
y sueña con ser campeón,
dice que tiene un don en los pies
y los va agitando como mariposas.
Ruego por mi hijo de 16 años,
porque llegue a ser un hombre,
porque viva la tarde,
el viento, la primavera.
No sabe
que lo miro en las noches
para recordar
que es un milagro.
¡Oh, cuánto lo amo!
Quiero a mi hijo
y está muerto aquí
con un tiro en la cabeza,
me quitaron mi sangre,
él era mi bebé.
Por él yo luchaba,
me desvivía
para llevarlo a Orizaba,
íbamos y volvíamos
para que él jugara fútbol.
Una patrulla se le fue encima
pensando que llevaba un arma,
mi hijo no usa armas,
iba con sus amigos.
Ellos no eran unos delincuentes,
eran unos niños.
¿Esos son los policías que como una moneda al aire
cuidarán o matarán a nuestros hijos?
¿Dónde está mi hijo?
¡Quiero ver a mi niño!
¡Ay, cómo te encuentro!
¡Papito lindo!
¡Alexander!