
Nace semilla,
ya nace la semilla,
que lleva agua y azúcar,
vida en pausa,
diferente al reposo en cama.
Se desviste y ensancha
en el suelo vivo
que refugia cuerpos,
unos muertos y descompuestos,
todos ignorados.
Sale brote, busca el cielo
siente tibio, tiene prisa,
treinta metros y no para,
lleva agua y azúcar
ahora espera permanencia,
una suerte que le traiga dicha.
Árbol cuenta días,
tiene nuevos inquilinos,
una trampa de la vida
corta altura, llega al núcleo,
cae la casa, cae semilla.
Se oye un grito, no hace eco,
ya no hay nadie que socorra.
Cae la noche,
arden hojas,
aquelarre de fantasmas,
protesta con nombre
de cuerpos olvidados,
no habrá paz, solo fuego
y el cielo será ceniza
hasta la asfixia.
Así huele la justicia
de los cuerpos olvidados,
acaso aprovechados.