Habitar desde la soltería es resistir

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La mayor parte de mi vida he habitado la soltería. He sido una adolescente, una joven y, ahora, una mujer soltera, por lo cual durante mucho tiempo he sido presa de los estereotipos y críticas que me han hecho experimentar miedo. Miedo a no ser madre, miedo a quedarme el resto de mi vida sola, miedo a no envejecer con una pareja, miedo a no tener a alguien que me proteja, miedo a morir sola, miedo a no cumplir con todos los estándares y estatutos que demanda la sociedad. Durante mucho tiempo, me han hecho sentir que hay algo mal en mí que me impide concretar una relación estable y duradera. He vivido con la sensación de que algo me falta para ser completamente feliz y encontrar mi sentido de autorrealización.

Al mismo tiempo, he habitado desde una contradicción que me hace repeler el abandono de la soltería, porque ello implicaría insertarse en una serie de mecanismos de subordinación de la mujer. El dejar de ser soltera es sinónimo de tener un novio/esposo y eso, en una sociedad machista y patriarcal, implica maternarlo, cuidarlo y, además, ser sexualmente tentadora para satisfacerlo. Desde mi experiencia, este tipo de vínculos implican una carga física y emocional enorme, además de alienación intelectual.

Sin embargo, últimamente he experimentado momentos introspectivos que han modificado mi sentir respecto a tal contradicción llegando a percibir que desde mi soltería estoy en el mejor momento de mi vida. Me siento bien psicológica, física e intelectualmente, así que he reflexionado sobre cómo esta condición ha contribuido a alcanzar ese nivel de bienestar. El hecho de habitar desde la soltería me ha hecho enfrentarme con mis miedos e inseguridades, identificar mis traumas, aprender a habitar con mi síntoma y, tras ese camino, alcanzar la estabilidad mental. Físicamente, he aprendido a amar mi cuerpo con todas sus imperfecciones, a habitar con él desde la aceptación y a activarlo físicamente con amor. Intelectualmente, es el momento en el que valoro mucho más mi proceso de escritura. Me doy el tiempo de experimentar mis procesos creativos. Incluso he podido conciliar la afectividad y la razón, lo sensible con lo teórico. Así que no, ya no tengo miedo de existir como una mujer soltera, porque afirmar la soltería es negar la negatividad que lleva implícita: la falta de una relación. Las potestas de una relación no valen más que la potentia de la soltería. Por eso, hoy resisto como una mujer soltera.

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