La realidad es como tomar café

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En lo ideal, ese ligero vapor que emerge de algo líquido y que nos atrapa con su aroma, es lo que más nos encanta, lo que más recorre nuestro deseo de tomar café. Pero en el fondo sabemos que al primer sorbo, un sabor muy amargo y terroso se arraiga en las papilas gustativas. Una sensación de golpe que cuando se prueba por primera vez decepciona a muchos. Es por eso que muchas personas prefieren añadir a esta realidad, perdón, al café, algunos aditivos que lo endulcen, que lo hagan más ligero, cremoso, para que tal vez coincida un poco más con ese aroma ideal y peculiar que nos llama como los cantos de las sirenas. Para nada intento decir que sea la forma inadecuada de tomar café, todos hemos pecado alguna vez… o varias, por sentir un poco más ligera esa realidad.

 

Para los más exquisitos, se ingeniaron otros métodos para moldear un poco el café, para hacerlo más amargo para los más amargados y otros latosos que lo prefieren chocolatoso. Quizás, esta realidad metódica sí sea la más adecuada porque sabes perfectamente que te gustará esa taza de café que pediste. ¡Ah! Pero no podemos olvidarnos de dónde venimos, pues a veces preferimos el sabor que nos recuerde la calidez de la familia; hasta de la cerámica nos cambiamos y del barro, un aroma de piloncillo y canela acompañan hogareñamente la realidad. Hay otros métodos más adecuados a la economía y rapidez con la que se vive hoy en día, donde un polvo se diluye con agua dentro de un vaso de plástico y así, “a  lo que te truje chencha”. Independientemente del método que se prefiera, deseando de buena fe que no sea tan frecuente el último, tomar café y pensar en la realidad son muy parecidos pues, así como de la moda lo que te acomoda, del café, el que te apetezca. 

 

Al final, por muchos aditivos que se le agreguen, sabemos que el café sabe amargo y que quienes lo tomamos sin endulzantes nos sabemos amargados. 

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