
Solo yo diría que tengo un cerebro parlante.
Solo yo que gritaba por las noches y amanecí escribiendo.
Solo yo que dormí a mis demonios
con los libros que viajaban en mi mochila.
El cerebro parlante con enredaderas de ideas,
que almacena la entropía en una libreta
y se sumerge en el mar de la complejidad.
El cerebro parlante en un mundo rebotador,
donde el tiempo es un río en el que los sentimientos corren,
y la vida está llena de vacíos
donde cualquier cúmulo de polvo cósmico puede colapsar.
Solo mi cerebro parlante ha encontrado su calma en el caos,
porque a veces adentro es afuera y afuera es adentro,
y la realidad es un movimiento más que algo estable.
Solo yo diría “no soy un foco quebrado”,
tampoco un sol eclipsado,
soy un cuerpo celeste y soy materia oscura.
Solo yo diría que nuestro amor tiende a infinito.
Solo yo diría que juntos equilibramos nuestros sistemas en medio del caos.
Solo yo diría que me enamoro de la forma en que
nuestras neuronas se conectan en el espacio-tiempo.
Solo mi cerebro parlante diría que necesitamos ajustar el lente de la realidad,
que la línea entre lo real y lo irreal es delgada y borrosa,
pero que existen agujeros negros y agujeros de gusano
entre la sencillez y la complejidad.
Sí, soy ese cerebro parlante que aprendió a ver la vida
como un movimiento de luz y obscuridad.
Soy el cerebro parlante que ha escrito poemas para gritarme a mí misma quién soy.
Soy el cerebro parlante que se ve como un infinito enredado entre otros infinitos.