¿Yo filósofo?

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¿Quién soy?

Tal vez la pregunta más importante en la historia de la filosofía, o bien de la humanidad. ¿Por qué? “El ser humano es un ser sin definición” puede entenderse como una vaga afirmación que solo puede caber en lo absurdo. Para esclarecer esto la cultura de la Grecia clásica nos presta su agilidad mental y vasto conocimiento: Platón, bajo la imagen de Sócrates, suscita aquella frase escrita en un templo de Delfos “Conócete a ti mismo”, afirmación fundamental para el entendimiento de todo lo existente. ¿Cómo podemos entender lo que está afuera de nosotros sin antes conocernos? Si nos atrevemos a dar una respuesta nos veremos posiblemente ante un cuestionamiento difícil de responder, no seríamos los primeros ni los últimos en atrevernos, muchos nombres han pasado a la historia y nadie ha convencido con sus afirmaciones. Primeramente, para entendernos debemos buscar algo en común con nuestros semejantes. ¿Cuáles serán aquellas similitudes? Podríamos decir: Somos seres humanos, seres pensantes, seres emocionales, seres en busca de sentido, seres simbólicos, seres para la muerte, seres dinámicos, etc., podríamos atribuirnos muchas más características y no podríamos acabar. ¿A dónde podemos llegar con esto? Tal vez cuando perdamos el norte y nos veamos navegantes en el sin sentido, podríamos atrevernos a adentrarnos en el cuestionamiento de uno mismo. Hago uso de la famosa frase del filósofo español José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”[1], afirmación que es el mismo cuestionamiento inicial pero potenciado a nivel nacional. A inicios del siglo XX, Ortega creyó necesario incentivar a la reconstrucción española por medio de la comprensión, para el salvamiento de cada individuo. “Mi salida natural hacia el universo se abre por los puertos de Guadarrama o el campo de Ontígola. Este sector de realidad circunstante forma la otra mitad de mi persona: sólo al través de él puedo integrarme y ser plenamente yo mismo”[2]. Así como el filósofo español se atrevió a ofrecer otra manera de plantear nuestra pregunta base, muchos otros más no se quedaron callados, también podríamos mencionar el caso de la nación mexicana. El paso del fervor revolucionario trajo consigo un malestar acumulado que se manifestó en la búsqueda de sí mismos. ¿Qué era México y quiénes eran los mexicanos? Las respuestas ofrecidas aparecieron bajo el carácter cultural. En suma, podemos pensar que podemos dirigir una pregunta hacia algo más. Los grandes pensadores de la historia iniciaron un intento por responder. Si yo me atreviera a responder ¿quién soy yo?, mi respuesta tendría que ir más allá de mi nombre, mis accidentes estéticos, mis ideas, mi nacionalidad, en general, más allá de una idea sobre mí mismo.

[1] José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote (Madrid, Alianza Editorial, 1981), 25.

[2] Ídem.

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