10 de Noviembre 2021

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Águila real,
abre tus alas con la fuerza amorosa de tu tierra,
vuela libre, reposa en la cima del árbol;
destaca la brújula de tu noble pecho
y desnuda el pensamiento a tu intuición.

Tu tierra embellece el Universo, guerrero,
Tu corazón empodera las aguas, guerrero.
Tu búsqueda devota inspira viento, ¡aliento guerrero!

Ardiente y valiente, ve a bautizar los caminos,
tu sabiduría es luna en la oscura cueva,
tus hombros de montaña
refugian el fuego de un misterio sagrado.

Fuego, Vladimir, por tu mirada y tu cuerpo.

Sangre borbotea al navío portugués.
Fuego que entraña la piedra del volcán Popocatépetl.
De amor rayo, amor trueno, más allá del ínfimo tiempo
y del final de los Tiempos.
Cimbra, suena tu maraca…
Vibra tu pureza manantial, esa proveedora de universos, de viajes y valor para hacer frente a lo adverso.

Miro la estela de tu paso y el valle del Aztlán está florido,
más profundo: mi corazón. En los cenotes de mi pecho reluces agua turquesa,
y mi voz sirena recobra, despierta su poder.
Y te agradece. La memoria de Atlantis, fénix, te acompaña.

Trócolo, siénteme en ti, ¿quién sabe cuándo el colibrí polinizó y nos hizo una misma simiente?
¿Quién sabe cuándo nos reencontrará la flor del azar?
Mientras tal tino acierta,
haz tuyas estas palabras como una música incandescente y perpetua, como las piedras abuelas de uno y todos los noviembres.

Te amo.
Almarigalow.

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