Si el cielo supiera
la mitad de lo que
hacemos aquí
abajo
quedaría devastado,
maltrecho,
y nada tendríamos
sino la lluvia.
Si el cielo supiera
la mitad de lo que
hacemos aquí
abajo
quedaría devastado,
maltrecho,
y nada tendríamos
sino la lluvia.
No sé
lo que el viento
sabe de mí
pero moriría
por saber
eso que el viento
sabe
que yo no
sé.
Hoy fui a la escuela, bordeando el río,
bajo el día soleado, el deshielo
revitalizaba el agua de los estanques,
la música de las ondas
emergía directamente
de las obras de Granados.
Entonces
¿Qué es lo que aprendí hoy en la escuela?
Que si te importa la libertad
nada a ello es más parecido
que la música del agua
cayendo de las montañas.
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Muda la existencia del hombre
porque las palabras aún no corrían
por las raíces del árbol.
El hombre vagaba por el bosque
y recolectaba frutos,
y entonces fue verbo su alimento.
Él lo supo siempre;
por eso este lápiz con el que dibujo
los signos que me heredó el árbol.
Por la noche
cuando todos duermen,
crecen las plantas a otra velocidad.
La flor se abre,
su pistilo tiembla en la dicha de su savia
y no podemos atestiguarlo.
No corre igual el tiempo en esas horas.
En la corteza del árbol
gira el hoyo del carpintero
y en él pone sus huevos el misterio.
El viento columpia en las ramas
su danza temblorosa
y caen las semillas a la tierra.
A veces, cuando todos duermen,
me deslizo entre las sombras
a anhelar los secretos de las plantas,
a saciarme en sus olores,
a tomar con mi lengua
sus aguas verticales.
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