Los buenos días

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Los días en que todo sale bien, tú sonríes sin temor,

pides otro jugo de fruta y me convidas.

Sudo alegría porque compartes mundo conmigo.

Pero hay otros días,

esos en los que ya ni me miras,

ni me das los buenos días.

Esos son los días en que todo sale mal:

esto es tuyo, esto es mío, yo por aquí, tú por allá,

espacios necesarios que desgarran.

Cuando no me entiendes ni me escuchas,

regreso al recuerdo de los días en que todo sale bien.

Caminamos por la calle, la gente se entrecruza,

volteas a ver si sigo ahí,

me ves y sonríes. Esperas.

El brillo en tus ojos es un reflejo que confunde,

¿bien, por mí?, ¿bien, sin mí?

El misterio del bien sostiene nuestra rutina.

Bien, a costa de todo. Bien, a marcha forzada.

Mejor que los malos días.

Mejor que el silencio absoluto.

En los buenos días,

olvido que nuestro tiempo está contado.

Pronto no habrá jugo de fruta, ni bibliotecas,

ni sitios arqueológicos o exploraciones urbanas

ni tu piel ni tu voz.

Entonces sí, los buenos días no serán tu caricia

o la esperanza de tu abrazo.

Los buenos días serán fuego nuevo.

Los buenos días serán…

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