Mañana te espera la ciudad.
Sus sentidos presienten
el color de tu aliento,
la emboscada de lujo de tus ojos,
el compás de las piernas que sostienen
tu cotidiano imperio.
Mañana la ciudad será tuya.
Te negará secretos,
no te dirá su nombre ni tus mapas.
Mas paulatinamente, como el cuerpo
añoso que en el jardín recibe la bendición solar,
hará de tu breve falda su bandera.
Mañana la ciudad será más joven,
con tu sangre en sus venas
y en el aire el perfume de tu nombre.
1