Un día vas al campo y te quedas toda la noche mirando al espacio,
sufres porque tu inmensidad también está siendo juzgada.
Un día vas al campo y te quedas toda la noche mirando al espacio,
sufres porque tu inmensidad también está siendo juzgada.
No duermo bien
la alarma de mi reloj nunca funciona
cierro los ojos y me veo siendo-absorbido
el terror es inconcebible
no sé si me estoy explicando bien
no abro las cortinas
no me quito la bata
una noche lavé mis calcetines
me sentí como un niño
patiné sobre el piso
construí un teatro de marionetas
desde entonces llegan a casa muchas cosas de Amazon
Mi mejor amigo
me despierta a las tres de la mañana
para preguntar
si es posible soñar con robots.
Lo recuerdo
ahora que mis pesadillas
tratan de conversaciones
con tipos que no veo
desde hace seis años
y permanecen
como sombras de aves negras
pintadas en el interior de mis párpados.
Yo sé que te amo
porque nunca las ausencias fugaces
me dejaron el viento tan vacío,
tan ciego y silencioso.
Yo te veo los lunes y los miércoles.
(Los martes son perfectos,
porque te vi la víspera y al día
siguiente voy a verte). Pero en los
días adelante
el color de tus ojos, tus cabellos
a fuego lento –miel en sombra–
tu figura
que a cada instante se escultura y tiene
la belleza infalible de las manos
puestas a hacer el mundo, mejor siempre…
En esos días siguientes,
en que todo es domingo por la tarde,
hipótesis y espacio,
tiendo la cuerda floja de esos días
y echo a bailar el adjetivo heroico
que sirva a tu persona, sin mirarte,
obediente, adivino, enamorado,
virrey de tu esperanza y tu deseo,
velocidad, nivelación constante,
de tus pies y tus manos,
espejo poseído, y en mis manos,
orilla de tu sombra, rebosante.
Tú nada sabes.
¡Si alguna vez me vieses con mis ojos!
¡Si a ti perfecto fuera el martes
por lo mismo que a mí…! ¡Si fueras tú
quien pusiera palabras al silencio
que yo vierto ante ti, porque hoy no puedo
sino callar, y apenas en la rueda
colegial encender una mirada
para apagarla pronto y estrechar
tu mano y despedirte con las mismas
palabras que les digo a los demás!
Acaso nada se pierda
ni la vida cuando en verdad
nada antes teníamos.
Ni el amor
que nunca fue completamente nuestro:
espejismo salvaje,
una costumbre más,
un sueño menos.
Saber perder,
saber pasar sobre las cosas
hacia el camino de la nada.
Saber ganar
bajo tanta pérdida aparente.
Saber vencer
en el despojamiento de uno mismo.
Todo olvido,
todo fracaso,
como la única y última
—victoria posible.
En mi país es normal que desaparezca la gente
Un día estás caminando hacia la escuela o el trabajo
Y un hombre decide que tu libertad no significa nada
A la mayoría de esos desaparecidos nadie los vuelve a ver nunca
Como las estrellas fugaces
¿A dónde van los desaparecidos?
¿A dónde van las estrellas fugaces?
Es natural que tengamos la esperanza de volver a verlos
Somos polvo de estrellas de Hollywood
Somos polvo de estrellas ninja
Somos polvo de estrellas porno
Somos polvo de estrellas de mar
Somos polvo de estrellas michelin
Somos polvo de estrellas de papel
Somos polvo de estrellas del canal de las estrellas
Somos polvo de estrellas del pacífico
Somos polvo de estrellas de oro
Somos polvo de estrellas del pop
Somos polvo de estrellas en la bandera Rusa
Somos polvo de estrellas del ring
Somos polvo de estrellas de rock
Somos polvo de estrellas literarias
Somos polvo de estrellas del Manto de la Virgen
Somos polvo de estrellas de Hoteles tres estrellas
Somos polvo de estrellas negras
Somos polvo de estrellas del Mario Bros
Somos polvo de estrellas de sopa de estrellas
Somos polvo de estrellas de David
Somos polvo de estrellas de Belén
Somos polvo de estrellas satánicas
Somos polvo de estrellas antiguas
Esto lo saben los árboles más viejos
y las nubes que empiezan a formarse.
Sigue lloviendo,
pero la tierra está tranquila
y el viento se ha refugiado
en las alas de un pájaro serpiente.
Por mi ventana veo tanto cielo
que mis ojos se van y a veces no regresan.
Yo veo y oigo y huelo y toco y paladeo.
Y esto me ocurre como al agua natural
que nadie ve.
Estoy perdiéndome sin horizonte,
y cuando me tropiezo con el tiempo,
creo que la muerte tiene tanta vida
como yo en ese instante.
Entre risas y gestos de satisfacción
horas después
seguimos hablando del partido.
En cámara lenta revivimos
las mejores jugadas, el gesto heroico
del arquero ante la pena máxima.
Nadie advierte sin embargo
el pase de profundidad, la maestría
silenciosa del tiempo, la gambeta
humillante que nos deja tendidos,
la tremenda goleada que nos mete
la muerte.
En qué lengua nos habla el árbol
que hicieron silla, qué latido esconden
los anillos bajo la piel de su pintura.
Parece un animal domesticado por
años de servidumbre.
Y mientras nuestra espalda se tuerce
con los años, la suya se mantiene erguida,
como una venganza contra los leñadores.
un caballo
parado
debajo de la lluvia
como si no
lloviera
así quiero estar
desnuda entera
debajo de la lluvia
como si nada
como si nadie
me hubiera
tocado nunca
haciéndome más frágil
para que fuera a llorar a las fiestas
me ponían una falda rosa
y me mandaban con los cachetes pellizcados
los niños se reían de mí
las niñas me ofrecían, contentas
una taza de té inexistente
y yo lloraba
no por lo amargo de la infusión
sino porque nunca
y lo digo como si mordiera una cebolla
nunca lloré sinceramente.
Te recuerdo
tocando los timbres del barrio,
echarte a correr, y devolverte emputada porque
te mentaban la madre.
Una noche, jugando a las escondidas,
escogimos la misma casa abandonada,
la misma habitación, el mismo rincón de
ruinosas paredes.
Mi corazón era un sapo de patios de invierno
que amenazaba con romperme las costillas.
Nadie vino a decirnos que el juego se había acabado,
entonces en lo oscuro fuimos un par de animalitos
sacándose las plumas con sangre.
Hace tres mundos de aquello.
Ayer en la calle nos vimos de reojo,
apresuramos el paso y pronto nos dimos la espalda,
como dos invitados a una fiesta de disfraces
que se rehuyen.
Se conocen demasiado para jugar a las máscaras
entre ellos.
Todas las noches llueve sobre mi casa
allá en la infancia
y yo me asomo a la ventana:
un ebrio canta en la calle como un loco
el poema de amor del extraviado.
Mi madre
al descubrir quién es aquel que canta,
me abraza y llora
en silencio
allá en la infancia…
De tan solo que estaba y a falta de alguien a
quien abrazar, se la pasaba abrazando toda
clase de causas (perdidas).