¿Estás vivo?
Te toco.
Tiemblas como pez del mar.
Te cubro con mi red.
¿Quién eres, prisionero?
¿Estás vivo?
Te toco.
Tiemblas como pez del mar.
Te cubro con mi red.
¿Quién eres, prisionero?
En las hojas del arce
brilla rojo el rocío
pero en la flor del loto
tiene pálida transparencia de lágrima.
Desde mi cuarto aislado,
hablo conmigo mismo y me aprovecho.
Convalezco. No disfruto
la polémica con mis viejos alumnos,
y coloco un tablero sobre los brazos de mi silla
para escribir cartas
que incineran temiéndole a mis gérmenes.
Los discípulos descienden como golondrinas del Brasil
o reseñas de libros desde Londres.
¡Ah! en las noches de insomnio, cuando mi tragedia
deleita a las aves ociosas, pregunto
por sus inesperados rostros familiares
que hoy no identifico.
Somos el aire más duro que toca, el primer
sueño, las palabras que jamás se dijeron,
murmuran encaramándose las piedras de Chile
porque si tú
sientes el latido de los riscos
entenderás que mi amor es igual que tu amor
y que mi pena es también la tuya
Que los roqueríos palpitan, se encrespan y
hablan
y entonces, en la oscuridad, cuando ya hayas
cerrado este libro
al menos sentirás mi mano buscando la tuya
aquí, en la durísima noche de las piedras
Del amor de Chile, del amor de todas las
cosas que de Norte a Sur, de Este a
Oeste se abren y hablan
Los torrentes y los nevados que se tocan
y hablan amándose porque en este mundo
todas las cosas hablan de amor;
las piedras con las piedras y los pastos
con los pastos
Porque así se aman las cosas; las playas,
los desiertos, las cordilleras, los
bosques de más al Sur, los glaciares y
todas las aguas que se abren tocándose
Para que tú las veas se abren
Sólo para que tú lo escuches Chile se
levanta
Sólo para que tú y yo nos miremos
por todo el horizonte, sí mira:
se levantan
Acurrucados unos junto a otros contra el fondo del bote
de pronto me pareció que la tempestad, la noche y yo éramos sólo uno
y que sobreviviríamos
porque es el Universo entero el que sobrevive
Sólo fue un instante, porque luego la tormenta nuevamente
estalló en mi cabeza y el miedo creció
hasta que del otro mundo me esfumaron el alma
Sólo fue un raro instante, pero aunque se me fuese la vida
¡Yo nunca me olvidaría de él!
Ser entre las cosas pequeñas
una gota de agua
o en la noche de la cocina
un chícharo sobre la mesa
o ir por el suelo
suelto y oscuro
como un hilo desenredado del carrete
pero no morir de fatiga y deseo
frente a la luz de la ventana
como una abeja estorbada por el vidrio
Es el sueño de tocar
la realidad
como una tortilla con su chile
y sus trazos de salsa en la carne:
fue lo así soñado
con muertos ojos de otro
con ceguera de mundo conocido:
pies desnudados corriendo
sobre tanto vidrio
y no verse la cara propia
sólo cuerpo de pecho para abajo
hacia la basura sin hedor
de esta misma ciudad
que ya fuera de su sueño
Amo a quien respeta a su perro, quiere sus herramientas, no decortica el árbol para castigar la savia, no le echa agua al vino de la verdad, se burla de la existencia de un mundo ejemplar.
Tiene que haber sido el mar con su furia.
Arrastró de tajo las formas, la lengua,
la plegaria matinal. Tiene que haber sido
esa descomunal fuente de cristal en pedazos.
Labriego insoluto, huérfano océano
desbordó la intimidad;
rabioso horadó los herrajes de la noche.
Furia venida del espesor de arenas
y rocas. Con su perfil de resaca
nos dejó sin costa, sin muelles,
en la abstracta posición del alba.
Cosa curiosa este pequeño hastío, durante el insomnio se instaló en la casa. Como una migala tibia es su marcha; se oye sobre la tábula rasa de la noche escarbar y destejer su sombra vaga. Pareciera que desmenuza los objetos. Si espías detrás de la puerta miras cómo succiona de ellos la mísera vida. Después se aquieta.
De día semeja una flor, negra magnolia abandonada. Si te acercas y le tocas un pétalo, crece descomunal. Puedes voltear el cenicero y encerrarla: puño cortado la migala.
Cuando la crees vencida se aproxima, percibes sus vellos junto a tu cuerpo, su boca sedosa cerca de tu vientre. De gorgoteos inunda la casa, de un corazón rechupado que sale en fragmentos; nudoso como tedio tejido a las paredes. No la ves, sientes sus ventosas, sus parejas de patas sobre el muro. La exhalación muda encaja tan hondo que nunca más vuelve la migala.
La buscas por el reverso de la alfombra, entre los retratos y las cajas; esperas de noche mirar sus ojos, anhelas en la cama un sudor. Sólo oyes crujir el dintel, una especie de pulso que se acerca
La tarde apenas entra a la callada
casa, con paso tímido que ignora
el frío y la nostalgia de esta hora
nebulosa que suena a madrugada.
Afuera el viento anima la pesada
fronda, pasan los autos, enamora
el pájaro fundido a la sonora
ronda de niños bajo la enramada.
Entre el rumor cansado que la hermana
mueve junto al hogar, papá ha callado
como s entrarán los futuros días.
Hay un ladrón que fuerza una ventana
abierta. Ya no estás a nuestro lado,
mamá, ni alzas tu luz, como solías.
Hay corazones sin dueño,
que no tuvieron nunca la oportunidad
de regir como un péndulo casi atroz
el laborioso espasmo de la carne.
Hay corazones de repuesto,
que esperan sabiamente
o por quién sabe qué mandato
el momento de asumir su locura.
Hay corazones sobrantes,
que se descuelgan como puños de contrabando
desde la permanente anomalía
de ser un corazón.
Y hay también un corazón perdido,
una campana de silencio,
que nadie sin embargo ha encontrado
entre todas las cosas perdidas de la tierra.
Pero todo corazón es un testigo
y una segura prueba
de que la vida es una escala inadecuada
para trazar el mapa de la vida.
Nos quedamos a veces detenidos
en medio de una calle,
de una palabra
o de un beso,
con los ojos inmóviles
como dos largos vasos de agua solitaria,
con la vida inmóvil
y las manos quietas entre un gesto y el que hubiera seguido,
como si no estuvieran ya en ninguna parte.
Nuestros recuerdos son entonces de otro,
a quien apenas recordamos.
Es como si prestásemos la vida por un rato,
sin la seguridad de que nos va a ser devuelta
y sin que nadie nos la haya pedido,
pero sabiendo que es usada
para algo que nos concierne más que todo.
¿No será también la muerte un préstamo,
en medio de una calle,
de una palabra
o de un beso?
Porque esta noche duermes lejos
y en una cama con demasiado sueño,
yo estoy aquí despierto,
con una mano mía y otra tuya.
Tú seguirás allí
desnuda como tú
y yo seguiré aquí
desnudo como yo.
Mi boca es ya muy larga y piensa mucho
y tu cabello es corto y tiene sueño.
Ya no hay tiempo para estar
desnudos como uno
los dos.