¿Piensas en mí alguna vez? Supongo que será difícil ignorarme cuando duelo, pero me pregunto si alguna vez, en cualquier otro momento, ocupo un lugar en tus pensamientos.
2021
Busco los pies que me robaron
y los que se perdieron
cuando recorrí el mundo …
Claudia había tomado agua, luego pensó qué día de la semana era. Jueves. Todavía era temprano para dar una vuelta, otra vez, a la biblioteca.
Una leve diplejia espástica me enseñó el significado de la rigidez. Sin remedio, escaneé mis piernas una y otra vez hasta aceptar la mecánica de mis pasos.
Los bordes ásperos chirrían contra tu ropa, no soportas el contacto con el algodón.
DENTRO del cuerpo
otro cuerpo oculto
espera.
Dentro del cuerpo
madura otro cuerpo
una sustancia
aumenta.
Otra carne, otro
ser, el que se ve
muda el rostro
suben a la piel
palabras
arrugas.
Cantan.
Pero el Tao no es cuerpo.
Piensa en un tigre:
ahora quita su piel
sus manchas,
sus garras sus dientes,
la misma ferocidad del tigre
borra su fuerza
haz desaparecer al tigre
de tu mente: sólo deja
el salto, el movimiento
la pura voluntad
de ser en el salto.
Lo que queda es poesía
y la poesía es Tao.
Una sola gota
y toda la lluvia es Tao.
Pero el agua no es Tao.
La sed no es Tao.
Tao es el río, no el agua.
Tao es poesía, no palabra.
Tao es ver el silencio
con los ojos cerrados.
Acariciar es escribir en el cuerpo.
Acariciar es cantar, hacer una pregunta
y escuchar con la mano
la respuesta de la piel.
Hace algunos años, acudí a un retiro espiritual que prometía ayudarme a encontrar a mi “verdadero yo”, lo que sea que eso signifique. Siendo honesto, me sentía tan perdido en la vida que estaba dispuesto a agarrarme de cualquier cosa con cara de salvavidas.
Como bellos cuerpos que murieron jóvenes,
encerrados con lágrimas en ricos mausoleos,
con rosas en el pelo y a los pies jazmines,
se ven los deseos que pasaron sin cumplirse,
sin que alguno de ellos haya alcanzado
la plenitud de una delicia sensual,
o un amanecer iluminado por la luna.
Nuestros cuerpos, todavía jóvenes
bajo la grabada ansiedad de nuestros
rostros, e inocentemente
más expresivos que rostros:
pezones, ombligo y vello púbico
hacen de todos modos una
especie de rostro: o considerando
las sombras redondeadas
en pecho, nalga, cojones
lo regordete de mi vientre, el
hueco de tu
ingle, como una constelación,
cómo se inclina desde la tierra
hasta el amanecer en un gesto de
juego y
sabia compasión
nada como esto
viene a darse
en ojos o pensativas
bocas.
Amo
la línea o surco
que desciende
por mi cuerpo del esternón
a la cintura. Habla de
anhelo, de
distancia.
Tu larga espalda,
color de arena y
configuración de huesos,
dice
lo que a la puesta del sol dice el cielo
casi blanco
sobre un profundo bosque al
que vuelve una manada de cornejas.