Izquierda. Izquierda. Izquierda. Miras una y otra vez la pantalla. Ninguno te convence. «Nada serio, solo sirenas o ninfas del bosque». Primera foto, duende de orejas chuecas y lentes oscuros,…
2021
Hay un estupor en los límites de la habitación, los muros se hacen lejanos y agobiantes por la densidad de los gases de azufre. Así es como dices que huelo. …
Aquella mañana Pedro corría tratando de no pensar, dejándose llevar por el sonido de las gotas de rocío que caían contra el suelo. De pronto le sorprendió escuchar tras de…
Popularmente se cree que algunos monstruos suelen habitar entre las tinieblas o en cualquier otro lugar lejano de la vida en sociedad y que, por alguna razón desconocida, tienen el…
El monstruo de mi cama habitó ahí durante toda mi niñez. Todas las noches antes de dormir, cuando iba a apagar la luz de mi cuarto para dormirme, contaba exactamente…
Yo sé que mi mamá me dice esas cosas para que no ande de chillona, pero a veces miente. Como cuando me dice que los de su trabajo no son…
I. Reencuentro La joven de cabellos ensortijados veía el campo de ambos lados mientras se encaminaba a su casa. No estaba segura de si ya iba a llegar a…
Despiertas y la miras mientras aún duerme. Se ve tranquila. Tratas de llamarla por su nombre. En lugar de eso dejas escapar un balbuceo. Quieres decirle cuánto la amas. Desde…
Cuando nos vimos se me detuvo el corazón; no supe cómo nombrar aquello que sentía martilleando mi alma. Rompiste con todo lo que, según tu promesa, sería eterno. Ya no…
Juchitán, el muxe no se va
Del cielo llegaron los zapotecos
con su hablar melodioso y su destino
escrito en códices sobre piel de venado.
Raza intrépida, amante de las flores
las cintas de seda trenzadas en el pelo
y una diadema dorada el día de fiesta.
“Esto que usted ve en traje de mujer, es una mujer”
sonríe Tomás. Nació en Juchitán
y desde niño lloraba si lo vestían de varón.
“De mujer puedo tejer y de hombre, trabajar.
Nosotros somos muxes, pero no somos flojos”,
presume y se vanagloria de su libertad.
“La libertad de ser alguien y que te vistas como gustes,
ser cocinero, abogado y desfilar en carros alegóricos.
Las madres aquí respetan a los muxes”,
agrega y su mirada se detiene en una foto de revista
pegada en su cuarto, una novia en su día.
“Acábame de querer si me tienes voluntad”,
tararea y se pone a barrer al ritmo de la música.
Su cuerpo torneado deja ver la hermosura,
piernas largas y cintura de quinceañera.
Ayuda a su madre como una hija más
porque el muxe no se va, emigrante del sexo.
“Ella me dice, ‘sé libre, no importa lo que digan’”,
Tomás vuelve a sonreír y deja caer los párpados
sobre los platos aún sin lavar.
Venus consagrada.
Siempre hay algo
que no llega a volverse carne:
no es que nos falte
es que nos excede.
La vida no cabe en la vida por eso siempre,
en algún lugar, se nos parte.
Fue decayendo la tarde como rosales de un jardín. Colores rojizos van pintando el ardor de un cielo, con las esculturales figuras de mármol espumoso, danzando por sobre la…
Cuando Mariana y Yo Nos desterramos bebimos de aquella fuente prohibida Vimos las cosas como son y nos quemó sentir la verdad en la piel El día que…
Fui como la hierba
que entre las piedras
nace a pesar del abandono,
obstinada como sus raíces,
sin adornos en el pelo.
Mis ojos distinguían
los matices verdes de las hojas.
Cuando te conocí llamabas a las cosas
con el idioma hallado en los rincones de tu infancia,
donde silencioso añorabas la tibieza prenatal
de la que habías tardado en salir.
Tu madre me dijo que allí te hiciste
la primera grieta
por donde la oquedad te invadiría.
Pero la tarde en que te descubrí
decías las palabras como el viento
forma y deforma las nubes del verano.
Mirabas las piedras como si en ellas
anidaran los verbos que nos harían falta
para comenzar los días por venir;
aprendías de la lluvia insólitos caminos
que marcaban nuestra ruta por las calles.
a tu lado, las botellas rotas fueron esquirlas de la noche,
y la noche, un lienzo para plasmar nuestros espantos,
y tú no eras tú, sino los rayos del sol en mis cabellos,
y al amor no lo nombramos con la boca,
sino con los ojos, con la yema de los dedos,
con nuestra humedad sombría.