—Acéptalo Leo, no hay forma de llegar hasta ahí. Tenía que admitir que el reciente pesimismo del perro me incomodaba a pesar de lo mucho que me gustaba su compañía;…
Nos encontrábamos en un recinto frío y húmedo. Parecía que recolectaron a las once personas que estábamos presentes con una sola característica en común: ya nada nos importaba. Nos habían…
De las sombras sobre la pared, las narices aguileñas y arrugadas, otras redondas y rosadas, diez monjes conversaban sentados en sillas contiguas de madera tallada con frutos adosados al respaldo….
La noche es cálida, igual que aquella vez hace quince años. Todavía la recuerdo bien: el aire olía a azúcar y el ambiente se inundaba de risas y asombro. Todo…
Había escuchado varias historias sobre la fortuna designada a cada uno; sin embargo, nunca las creí. A pesar de ello, aquella tarde fui arrastrada para escuchar lo que estaba escrito…
El destino es el sentido que encontramos entre coincidencias. Otorgamos un gran peso de significado a los pequeños sucesos para encontrarlo, porque nos aterra aceptar que no hay manera de…
Querido E., hoy, sin querer, volví a abrir la libreta café que me regalaste aquel día. Sigo sin atreverme a escribir en ella porque pienso que está poseída por un…
Pasaba el tiempo recolectando cartas perdidas y se decía que escribiría una historia con ellas. El azar determinaría los nombres, personajes, escenarios y demás datos que dan veracidad a una…
Cuando yo era niña pensaba que todas las familias tenían un Julián. Un día, mi padre muy serio me dijo: «hija, Julián es especial, es único, hay que cuidarlo». Desde…
Estaban ahí frente a mí, sobre la mesa, todas esas cartas que habías escrito mientras yo estaba lejos pero que jamás te atreviste a enviar, sobres de distintos tamaños y…
Al centro —el yo presente— el Juicio o el Eón: Siempre que te busque Siempre que me deje encontrar Escucho tu llamado de trompetas dulces y graves único aliento anticipando…
Lo más cerca que me he sentido de ser un animal es en el agua. Es como si con poco oxígeno, mi cuerpo se convirtiera en otro y me diera la posibilidad de desarrollar repentinamente escamas o aletas o una textura de arrecife. Cuando veía la Sirenita lo que más gustaba era la parte en que se transformaba en humana: de una cola de pez a un par de piernas. A lo mejor porque los libros de biología muestran frágiles los miembros humanos. Imaginar neurotransmisores, neuronas e intestinos descargando impulsos eléctricos a través de la materia que es uno produce un malestar agradable. Si notáramos de qué estamos hechos podríamos dejar de sentirnos una víscera palpitante. Una vez, me caí a una pileta hondísima. Esa porción de ahogo fue suficiente para comprender que lejos del temor los estados líquidos nos adoptan con tranquilidad. Dejé de mover las manos por el mareo y la falta de aire. Tenía dolor pero también una necesidad de respirar en algo que no era: un ente bronquial, un anfibio. Ese recuerdo, me llega ahora cada vez que la hora de natación se aproxima. En los balnearios, debajo de las regaderas, nunca sabremos si nuestras manos arrugadas son el principio de una metamorfosis.
… podría ser la frase con la que inicia o concluye un poema, una declaración de principios, una orgía perpetua o todo al mismo tiempo. Aunque sólo es el título de una película. En ella dos criaturas de la noche se encuentran a través de los siglos para compartir el vacío pero también el ansia por una melodía y algún elixir malvisto. Yo casi no escribo de amor pero lo explico como un ritual entre vampiros: una supervivencia más allá de las emociones que hemos aprendido y las que no deseamos. La carga de este mundo es el amor, decía Allen Gingsberg, con mucha razón. Pero, imagino, no por el sentido del peso sino por la caída en la levedad con que deberíamos de entregarnos.
Leí que la NASA descubrió siete planetas parecidos a la tierra y que están ubicados a 40 años luz de distancia. Cuando era niña la vida extraterrestre ocupaba una buena parte de mis ideas. Sentía que en otro mundo alguien estaría viendo el cielo de noche y me preguntaba si lo vería igual que yo o si conocería a las ballenas y si éstas, al ser del espacio, nadarían al fondo de un océano color púrpura. ¿Cómo sería tratar de hablar con alguien de otras estrellas? Si tuviera que hacerlo, pensaba, podría enseñarle algunas palabras que son importantes como <pan> y <leche> porque fueron las primeras palabras que dijimos mi hermana y yo y también porque el desayuno es una comida muy importante. Nada difícil pero no menos importante porque en cualquier lugar que estés tendrás que compartir la mesa con alguien.
Ahora sé que el Universo no necesita de nuestra mirada ni de nuestro lenguaje para existir y, sin embargo, aún no puedo parar de imaginarlo.
Oriente ha dado a luz juegos con significados particularmente simbólicos, que han sido denotados en varias ocasiones en la literatura: el Ajedrez de Borges es un ejemplo, pero las cartas…