Había empezado a perder el pelaje, el color de su piel se hacía amarillento, las orejas se encogían, aunque todo lo demás aumentaba de tamaño. En un principio, pensé que…
La puntiaguda nariz se deslizaba sobre la tabla con un dólar que había introducido incesante en sus fosas. El billete había sido un obsequio de su madre que, según ella,…
Las sombras bailaban alrededor de mí. La luna llena de octubre iluminaba el amplio claro dentro del bosque en donde me encontraba. Al centro de todo, los rastros de una…
Desperté, giré mi cabeza en búsqueda del reloj, era muy tarde, me dispuse a dormir cuando una sombra pasó rápidamente por mi puerta, por su rumbo deduje que iba hacia…
La Ciudad de México es un monstruo. Tal vez todas las ciudades lo sean, pues nacen de sueños y utopías que, al encontrar formas materiales muy diversas para existir, terminan…
Recostado en mi cama, a punto de conciliar el sueño, veo que entran por la ventana, aquellos fantasmas azules. Comienzan a caminar suavemente por las paredes hasta llegar al techo…
Sería a cinco años del matrimonio de Debra y Andrés cuando la condición mental de ella empeoró. Sufría de largos insomnios en lo que pensaba que Andrés la dejaría, que…
I. La muerte, otra transformación En la muerte deleitémonos de lo infinito. Para quien en su interestelar odisea ríe con eternidad a su victoria, la muerte. Viajes…
Petra mantenía una dieta a base de vegetales, desde su niñez creció en un pueblo pesquero y diariamente era testigo del sufrimiento de los peces cuando eran expulsados del agua…
Se dice que en los pasillos de esta universidad se oye el rumor de un ente de colores verdosos y azulados que sube y baja por todas partes. Su rasgo…
Crecí sin compañía próxima, es decir sin hermanos, primos u otros niños de mi edad dentro de mi familia. En mi infancia las únicas pantallas portátiles que comenzaban a existir…
Creo en los duendes. Esos pequeños seres que se encargan de hacer travesuras con mis cosas, aquellos que se roban mis calcetines y mi joyería, aquellos que disfrutan de esconderme…
Dicen los textos sagrados
todos los textos
que tener fe
es creer lo que no vemos.
Y yo −qué suerte la mía−
que siempre fui tan racional
tan analítico.
Yo, tan hijo de Santo Tomás.
Yo, en fin, que soy descendiente
de Copérnico, Galileo, newton y Descartes.
Yo, en fin, que he practicado sin desmayo
el principio de “ver para creer”
apenas ahora −después de tantas cosas−
he venido a entender
que es verdad que tú me quieres.
Porque fe
es creer lo que no vemos.
Mi padre era un hombre sabio
me enseñaba cosas para no olvidar:
quiere y respeta a tu madre, me decía.
A las mujeres
−recuerda que tu madre es tu madre
no una mujer−
a las mujeres, decía
respétalas también, por igual.
Después, ya mayor, resolverás
si las amas también, por igual.
Y el tiempo…
cuándo empezaría
cuándo empezaría.
Y cuándo terminará
cuándo.
Y yo
que nací ayer
y moriré mañana.
Y tu amor
que duró menos
que lo que dura un instante.
Todo lo mío, ¡ah!
tan breve y pasajero
tan eterno
todo lo demás.